Cuando era pequeña me encantaba pasarme las tardes recolectando flores y guardarlas en frascos para convertirlas en perfumes, a veces era una detective y otras veces una adolescente llena de pecas en los brazos que no sabía donde estaba el sur.
Hablaba sola, para el aire, utilizando una grabadora, jugando y soñando a que era una locutora, era terrible la imaginación de aquella niña tímida y callada… solitaria.
Los días pasaban, los días corrían y yo me dedicaba a escribir poemas, poemas que hablaban de amor y de flores.
“Nuestro amor es como una flor
abre para renacer nuestro amor,
la flor se marchito,
nuestro amor se termino”
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